Llegamos a este mundo desnudos. Sin nada que dar, sin embargo, con mucho que recibir. Cariños, cuidados, afectos. Parece que desde el momento en que vemos la calidad luz y nos entregamos al incondicional frío del mundo real estamos destinados en depender del mundo. Y la persona crece, y es cuando le damos sentido a aquellos que muchos llaman vivir.