Hay clases que nunca se olvidan, pueden pasar años y el contenido queda grabado en nuestras mentes. ¿Por qué? Porque una buena clase si es mezclada con un componente emocional que logre empatizar con uno, que no sólo toque tu razón sino tu emocionalidad, te marca para el resto de tu vida académica.
Nunca olvidaré una clase en particular de economía básica hace cuatro años en que mi profesor, para explicar la organización de las necesidades, toma una silla, se sienta al frente de mi curso y confiesa:
– Yo tuve espinillas…
Así de simple y certero comenzó a relatar, con una humildad nunca antes vista, lo que significó crecer con una baja autoestima en que ni siquiera se podía ver al espejo con la luz encendida y como lo fue superando hasta convertirse en quien es hoy. Por un leve momento se borró la barrera profesor-alumnos y al frente de nosotros se encontraba el mismo jovencito con inseguridades y un futuro por descubrir, quién perfectamente podría haber estado sentado entre el curso. Jamás olvidé el concepto de necesidad, de lo variadas que pueden ser y naturalmente no volví a ver a mi profesor con los mismos ojos de alguien ajeno.
Hace unos días tuve una clase en que la profesora estaba visiblemente muy triste producto a que una amiga se había muerto esa mañana, tocó el tema de la muerte y lo que podría haber sido una clase muy incómoda resultó, a medida que las manos comenzaron a alzarse, en una verdadera catarsis para quienes asistimos. Desde un “no entiendo porque me quitaron a mi papá” a un “si sé que me voy a morir, me dejaré llevar” o bien, reflexiones como qué pasaba con el alma cuando le mente fallaba. Habían católicos, cristianos, ateos, agnósticos, etc. Se podía sentir aquella vibra reflexiva porque da lo mismo de donde vienes, en que crees o que te ha tocado vivir, cuando se toca el tema de la muerte, todos nos replanteamos todo.
Creo que un buen profesor es aquél que es, en gran medida, un actor. Al expresar, al comunicar y al gesticular, todo debe hacerse con el mismo cuidado de aquél quien está en tablas representando a un personaje. Una buena técnica para motivar y hacer las clases más entretenidas es esto mismo: ir mezclando lo teórico con lo práctico, lo que es abstracto en los que no toca en la vida diaria, lo racional con lo emocional, el decir el porqué se enseña lo que se enseña y qué significó para el que lo enseña, el aprenderlo en primer lugar.
Enseñar es un proceso hermoso y quien lo hace debe ser muy cuidadoso. Especialmente en el contexto educacional que tenemos hoy día como país.