¿Cuán libres somos por vivir en comunidad?

¿Existe la libertad? ¿Qué es? ¿Es real hoy en día?

La prohibición del uso de la burka, un tipo de velo islámico, en Francia en abril del 2011, fue una singular noticia, que de inmediato me recordó el emblema de la Revolución Francesa, la expresión “Libertad, igualdad, fraternidad”. ¿Dónde queda la libertad de vivir la fe plenamente?, ¿existe la igualdad en los derechos europeos?, ¿qué ocurrió con la fraternidad, hacia quien es distinto?

Entonces habrá que definir qué es la libertad. Según la Real Academia Española “[…] es la capacidad que posee el ser humano de poder obrar según su propia voluntad, a lo largo de su vida; por lo que es responsable de sus actos.” Entonces ¿qué es la libertad para las dos mil mujeres musulmanas que usan el niqab u otro tipo de velo, y que residen en Francia?

¿Acaso los legisladores franceses desconocieron el liberalismo del cual están tan orgullosos? Ese liberalismo que es tan característico de la cultura occidental contemporánea y materializado en su orgullo máximo, la democracia. Es acaso esta última más bien una dictadura por parte de las masas, más que “el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo” (Montenegro, 1967, pág. 48), como simple y perfectemente lo definió Abraham Lincoln en el campo de batalla de Gettysburg.

Ejemplos como el francés, continúan vigentes hoy en día en las sociedades democráticas, tal como la prohibición de los alminares en Suiza o las absurdas ordenanzas de prohibición de fallecer en los pueblos de Longyearbyen, Noruega y Falciano del Massico, Italia o en el Parlamento inglés. O cosas más serias como la pérdida de derechos constitucionales y cláusulas del seguro social en China, en la aplicación de políticas para el control de la natalidad, y así evitar el crecimiento de la población de manera exponencial. De esto se infiere que profundizar en temas aún más complejos como el aborto o el matrimonio homosexual incluso pueden ser aún más frustrantes para nuestro idealizado concepto de liberalismo, dependiendo de las sociedad en que tratamos.

Cito entonces una frase de Thomas Jefferson que nos dice que “El primer principio de la democracia es que la lex majoris partis es fundamental de toda sociedad de individuos con iguales derechos, […] aunque sea por mayoría de un voto” (Montenegro, 1967, pág. 48).

¿Entonces existe la libertad plena hoy en día? ¿Cómo ha progresado?

Ergo es una ilusión infantil la libertad en su máximo grado de pureza. Su justificación es válida, en los más arcanos orígenes de la vida en comunidad. Hobbes, en el Leviatán o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil, nos habla del Estado Naturaleza y de su teoría respecto al origen de la sociedad. La cual se creó inmersa en un mundo de infinitos intereses tanto como personas allí presentes, donde comienzan gradualmente a disolverse las leyes naturales en virtud de las morales, con el fin de salvaguardar la seguridad individual y dar cota a los conflictos generados por los intereses personales de cada uno de los individuos. Surgiendo de esta manera un pacto social que faculta a un Estado que se encargará de las cuestiones públicas, que asume la responsabilidad de la cesión de las libertades individuales para conseguir fines comunes. Así cada persona es responsable de las consecuencias de sus propios actos, y de intentar alcanzar el máximo grado de realización posible, sin intervenir al resto de la comunidad. Sin embargo ¿qué ocurre con las legislaciones de aquellos países que es demasiado estricta con sus ciudadanos?, como en Singapur donde son ilegales la relaciones homosexuales de cualquier tipo, castigadas con dos años de prisión. ¿Cuán válido es respetar a cabalidad casos como este por parte de la comunidad homosexual?, donde el nivel de intolerancia es tal, que hasta las relaciones en privado están penadas.

No obstante el Estado de Hobbes ha ido evolucionando, con distintos enfoques y algunos reveses. Pasando desde las cofradías familiares, a las más sanguinarias dictaduras, seguido por reyes déspotas, vastos imperios, un poder eclesiástico retrogrado, el renacimiento del pensar y una era de grandes descubrimientos, absolutismos caprichosos con noblezas privilegiadas, revoluciones de todo tipo, oligarquías democráticas, dos guerras mundiales, el gobierno del proletariado, crisis mundiales, la era atómica y de las comunicaciones y verdaderamente… ¿cuán libres somos ahora? Cuando una llamada telefónica puede ser intervenida por el Estado o si se vende deliberadamente nuestra información personal entre entidades bancarias.

Por ejemplo, hoy en día en Chile, ¿somos libres de enviar una carta a un diario y expresarnos libremente sin recibir una amonestación o una querella por injurias y calumnias?, lamentablemente vemos que la legislación chilena sigue “la tendencia que tienen los cambios en el mundo de fortalecer la sociedad y disminuir el poder del individuo” donde aún prevalecen valores costumbristas y religiosos vigentes que coartan a la ciudadanía. Pero ¿por qué?

¿La decisión de la mayoría necesariamente es la excelencia? ¿Cuánto debe esperar la minoría para ser mayoría? ¿Qué libertades poseemos entonces?

J.S. Mill nos habla de que “la religión […] ha estado casi siempre gobernada, sea por la ambición de una jerarquía que aspira al control sobre todas las manifestaciones de la conducta humana” , las personas tratan de sus costumbres y creencias como canon al resto, y el Estado por su parte es igual de nocivo siguiendo la opinión del pueblo o alejándose de está considerablemente. Pues existe el miedo a “dejar que se propaguen sin restricción doctrinas que se consideran peligrosas para el bienestar de la humanidad.” O quizás sus intereses e ideales. Así las personas en promedio suelen ser conservadoras en su pensamiento, pues siguen “un credo hereditario, que es recibido pasivamente, […], se produce una tendencia progresiva a olvidar todo […], excepto los formulismos, a darle un estúpido asentimiento.” Además la educación estatal sería un molde para tener a todos los hombres pensando igual.

Sin embargo los ejemplos suman y siguen del error en el arbitrio de la razón, desde Sócrates a Galileo, de Jesucristo a las víctimas de la ley de Defensa Permanente de la Democracia. Sin embargo el juicio popular o quienes ostentan el poder judicial continúan negándose a ver más allá las cosas.

Quienes pierden por amplio o estrecho margen, no necesariamente acatan dichosamente la derrota. Sin embargo tienen la esperanza de cambiar las cosas en un par de años más, ¿pero por cuánto tiempo?, ¿existe la alternancia en el poder para todas los partidos existentes? ¿La verdadera representatividad existe para todos por igual? ¿O solo es una delegación de poder al triunfador? y ¿si no estamos representados, existe la democracia representativa plena?

Poseemos la libertad de guardar silencio, a morir de inanición y ver como el gobierno del pueblo pasa a llevar tu integridad moral, por pensar distinto. Pues la mayoría es tolerante, solo con los que actúan como la mayoría. Por lo que la sociedad intenta coartarnos, bajo las reglas del contrato que a grandes rasgos son dos; no perjudicar a los otros y cooperar para el buen funcionamiento de la sociedad. ¿Pero qué ocurre con la vida privada de cada uno? ¿Y si cree poder cambiar para mejor la sociedad en base a ideas repudiadas por esta? Surgen nuevas interrogantes.

¿Hasta dónde llega la soberanía de un hombre? ¿Dónde comienza la de la sociedad? ¿Cuál es el justo medio? ¿Cómo hemos progresado?

Los límites no están claros, incluso para dos personas por la misma causa se puede fallar distinto, pues la justeza es algo casi utópico para cualquier sociedad. La intolerancia social, no tiene victimas hoy en día, sin embargo induce a los visionarios ha no masificarlas. Los hombres suelen dimensionan las consecuencias de sus actos, sin embargo estos intentan también cumplir “el derecho a liberarse de la necesidad” de satisfacer sus aspiraciones. La sociedad por su parte, vela por su integridad, intereses y libertades. Surge así, un constante conflicto.

Aún así la humanidad ha progresado, especialmente en el último siglo, aterrorizada por el escepticismo y desprovista cada vez más de fe. Con altas expectativas en continuar, quizás los tópicos más difíciles. En la búsqueda de una formación integral.

Los cambios a las estructuras de pensamiento han sido procesos largos en la historia misma, de cada comunidad, nación, cultura o religión. La confrontación respetuosa de opiniones ha jugado un rol clave. Con avances y retrocesos, divisiones, condenas y protestas. Se infiere que jamás imponiendo nada a los demás, pues se cae en el mismo juego contra el que se lucha. Siempre aplicando un juicio racional y lo más lógico posible con el fin de que “las opiniones y costumbres falsas cedan gradualmente ante los hechos y argumentos.”

La contrastación de diferencias entre una y otra, el uso de la dialéctica socrática, de estudiar mejor la antítesis que la propia tesis, es crucial. Escuchar ideas ajenas y conclusiones que interiormente repudian a las contrapartes es parte del juego en progreso. La negación absoluta al diálogo entre diversos puntos de vista, equivale a tener otra opinión vaga nada más.

¿Pero quién es artífice de este proceso de cambio?

Jugador clave en el proceso es el excéntrico, según Mill. Hombre revolucionario, visionario, progresista o simplemente alguien que busca la felicidad y su paz interna, por medio del progreso. Pues “la originalidad es la única cosa cuya utilidad no pueden comprender los espíritus vulgares.” y es necesario velar por que se desarrollen integralmente. Debido a que “la humanidad se hace rápidamente incapaz de concebir la diversidad cuando durante algún tiempo ha perdido la costumbre de verla.” Son ellos quienes pueden ir más allá de la mediocridad en la que estamos inmersos como sociedad y progresar en virtud de nuevos ideales para la comunidad o quizás revertir las injusticias, tal como la que aqueja a la comunidad musulmana en Francia, frente al despotismo de la costumbre de la intolerancia.

Es cierto, no somos del todo libres, en nuestro día a día estamos inmersos en una sociedad costumbrista que limita de una u otra manera, nuestro actuar. Nos distancia de las demás personas porque ven las cosas, simplemente de otra manera, negando los tres principios fundamentales que rigen a nuestra sociedad occidental desde 1789: Libertad, igualdad y fraternidad. Volviéndonos entes individuales que temen acercarse al otro por la represalias. Ensimismándonos en una ilusoria libertad, que no es tal. Sin embargo a lo largo de la historia, ciertos visionarios han conseguido el que la humanidad haya progresado gradualmente, a veces con ciertos retrocesos incluso, muy drásticos algunos de estos. Siempre con la esperanza en la virtud de superar nuestras diferencias y dimensionar todo, bajo la óptica de un respeto mutuo de las diversidades, la felicidad y harmonía. Que nos vuelven distintos a cada uno, volviéndonos auténticos y dándole un gusto distinto a la vida. Estos revolucionarios están siempre en un progreso que es latente y está vigente hoy en día, en el espíritu de las personas, especialmente en los jóvenes, que dejan el predominante y dogmático pensar en el pasado. Para dar cabida a una integración plena, a una lucha intelectual por el cambio y un anhelo de ver siempre, más allá. Es misión de estos excéntricos conseguir sus metas respetuosamente con el fin de garantizar nuestro progreso y libertad. Pero así también es esta, una invitación al promedio a defender lo que no ha hecho, unidos en virtud de todos y cada uno de nosotros y no de una mayoría o nuestros más profundos interese. Independientemente de si efectivamente haga uso o no de sus nuevas libertades. Porque hay tantas verdades, como personas en el mundo. Así Bernard Shaw dijo que “Todas las grandes verdades empiezan por ser blasfemias” (Montenegro, 1967, pág. 63), pero ahora solo queda sentarse a conversar aunque nuestras diferencias no sean las mejores.

Para complementar vuestra lectura: y principal cita empleada en el ensayo;

Mill, J. S. (2005). Sobre la libertad. Madrid: Alianza Editorial.

Respecto a Montenegro:

Montenegro, W. (1967). Introducción a las doctrinas político-económicas. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.

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