Hace unos días leí que un nobel de economía trataba de malvada a la BTC, esta extraña moneda descentralizada que causa amor y odio alrededor del mundo. Una humorada para mí hasta que por un amigo me enteré que dicho personaje no era otro más que nuestro amigo Paul Krugman, premio nobel de economía en 2008. No esperaba que fuera él aún cuando no me extrañó su comentario, que sin dejar de ser retrógrado va en la conservadora línea con la que muy comúnmente trata diversos temas económicos.
Cuando Krugman dice que la bitcoin es malvada, no hace otra cosa más que reafirmar una postura estricta, anticuada y conservadora compartida por un no menor grupo de economistas que han intentado simplificar la realidad económica hasta un par de funciones lineales de oferta y demanda y un set de costos en sus libros llenos de problemas de redacción, traducción o edición como si de sólo eso se tratara la economía, contándote el cuento de la mano invisible, tal cual te contaran en su momento el cuento de Adán y Eva, el del viejito pascuero, el de la cigüeña con los bebés traídos desde París o el de la-virgen-maría-madre-del-niño-jesús.
Y es que pareciera ser que a Krugman, Rubinfeld, Frank, Pindyck y al resto de sus amigos nadie les ha comentado sobre Stafford Beer (sí, el mismo que durante los primeros años de los ’70 liderara en Chile Cybersync, el sistema de planificación económica de control en tiempo real que apoyaría la gestión de los recursos bajo la administración del gobierno socialista de Salvador Allende, pero que fracasó consecuencia del golpe militar de 1973), quien expone en el marco de la teoría general de sistemas que la viabilidad de un sistema, digamos la bitcoin, depende entre otras cosas de la legitimidad que su entorno le atribuya. En simple, toda vez que una persona usa bitcoins, la legitima como moneda en cuanto su uso le otorga más beneficios que prejuicios. Entonces, si las personas a nivel global legitiman masivamente el uso de bitcoins —recordemos que en Canadá son una realidad los cajeros automáticos de BTC—, Krugman, ¿cuál es el problema de que su uso se masifique? ¿a qué le temes? ¿dónde está la maldad? ¿acaso algún gobierno te presionó a que salieras al paso a criticar públicamente la que será, a tu pesar, la moneda del futuro? ¿qué pretendes con esto? are you kidding me?
Deslegitimar hoy a la bitcoin —diciendo que es malvada por no asegurar su estabilidad en el tiempo— es como deslegitimar el uso de tarjetas de débito y crédito hace 30 años o las transacciones online hace 10 por no contar éstas con el uso de manifestaciones físicas del dinero. Así de vago. Después de todo, ¿qué es el dinero? ¿puedes, Paul, decirme qué es el dinero? Really? El BTC tiene eso necesario y suficiente para poder entenderlo y utilizarlo como dinero, cuál es, que sea representativo de tu poder de adquisición en términos de las acciones que realizas y que, como a los economistas les gusta decir, producen valor para la sociedad. Y con eso es suficiente: ¿necesitamos una manifestación física, digamos monedas, billetes, cheques u otros para poder hablar de dinero? No. Y es que ¿quién los necesita? Entonces, ¿cuál es tu problema con la bitcoin? Sigo sin entenderte, Paul. A la bitcoin le criticas la poca estabilidad en el tiempo, ¿perdón? ¿estabilidad? como si alguna moneda fuera estable en el largo plazo sí, sí, ese espacio temporal en el cual todos los factores productivos son variables, como si las economías no entraran en recesión, como que el comportamiento bursátil fuera absolutamente predecible, como que la gran depresión no existió. Hagamos como que sí. Pero no.
Te guste o no querido Paul, todo hace pensar en que el uso de bitcoins se consolidará durante 2014, llegando a ser más temprano que tarde la moneda transaccional global (como así pasara con el inglés en cuanto a idiomas se refiere). Así, sin ascos y sin billetes, monedas ni tarjetas. Así están las cosas. No más.
Larga vida y prosperidad a la bitcoin.