Esto es sobre algo que a mi pesar pensar le hace daño a las sociedades, haciendo que éstas no surjan, haciendo que se estanquen. Hablo del perrito, del zorrón, del perrito zorrón. Es ese personaje, a estas alturas tan arraigado en la idiosincracia chilena, que si bien no le hace daño a nadie, poco a poco, y muchas veces de manera imperceptible, hace de nuestra sociedad una peor sociedad.
Usted se preguntará por qué. La respuesta no es muy compleja. Ponga atención: el perrito zorrón es el clásico hijito de papá que no contento con ser parte de esta categoría cree que el mundo gira a su alrededor, siempre cree tener la razón y que, para colmo de males, cree que todas y cada una de las cosas que ha logrado y que le suceden son sólo por esfuerzo propio o, mera casualidad o buena suerte. Pero el problema no está en ello. El problema radica en que es precisamente este perrito zorrón quien dirigirá en algunos años a una gran multinacional, será este mismo perrito zorrón quien sea el dueño de la empresa en la cual usted trabaja y, lo peor de todo, será este mismo individuo el que muy probablemente tome decisiones por usted cuando él tenga algún cargo de responsabilidad pública y usted, no.
Pero, ¿cómo es posible esto?
No importa cuan despreocupado sea el perrito zorrón con sus estudios. El siempre llegará a la universidad y triunfará. Tiene el acceso a todo lo que necesita para triunfar, y lo considera normal porque para todos en su entorno también lo es.
Si usted quiere, un perrito zorrón siempre estará avalado y soportado por su familia y su entorno. Su familia lo potencia, mientras que su entorno lo avala. Su poder no es innato, sino una mera creación de sus pares como consecuencia de las condiciones en las cuales se ha desarrollado y desenvuelto. Una lástima. Después de todo, ese personaje es lo que el resto quiso que fuese y no lo que él realmente, quizás, quiso alguna vez llegar a ser.
Finalmente, muchos de aquellos a quienes consideramos exitosos lo son no como consecuencias de sus méritos sino que, muchas veces, como consecuencias del éxito de sus padres o de las posibilidades que en su momento la vida le dio. Asimismo, muchos otros, que no tuvieron las posibilidades, pero teniendo el potencial, se quedan en el camino, sin triunfar, sin nada. ¿Todo por qué? Por no haber sido nunca un perrito zorrón.