La comunicación nos está distanciando

Las tendencias actuales nos dicen que podemos reunirnos con mucha gente a través de Internet. Las redes sociales nos hacen el trabajo mucho más fácil si se trata de conocer gente. Pero a la vez esta facilidad de interactuar con diferentes personas, hace caer a la gente en una ‘necesidad social’ como si estuviéramos tratando de una adicción con algún estupefaciente.

Nuestros antepasados

Si estuviésemos en una fiesta de la generación pasada, nos daríamos cuenta que si bien las directrices generales que se siguen al momento de conocer gente siguen igual, existe una diferencia sustancial con la generación actual: la comunicación instantánea escrita no existía. En ese entonces enviar una carta, aparte de caro, era lento. Podías estar esperando fácimente una semana a que llegara esa carta de un amigo o de esa persona que te gustaba, pero cualquier espera valía la pena en ese entonces. Y si tenías que comunicarte instantáneamente, tenías los aún más caros telegramas, o bien el teléfono, los cuales aún estando disponibles para el público, no estaban al alcance económico de todos.

El fenómeno de lo instantáneo

En la pasada década comenzaron a masificarse los medios escritos de comunicación instantánea. Enviar una carta por correo electrónico desde este punto a la otra mitad del planeta comenzó a tomar sólo segundos, y la gente comenzó a disfrutar los beneficios de la comunicación de largas distancias en tiempos insignificantes. Y así comenzaron a masificarse los tablones de mensajes, el IRC, y los foros temáticos. Hoy tecnologías en su mayoría obsoletas. Ahora tenemos medios de comunicación instantáneos, accesibles a todo público y en todo momento. La llamada telefónica comienza a ser reemplazada por el SMS, el mensaje en WhatsApp, el tweet, el mensaje en Facebook, y tantas otras.

La costumbre a lo sencillo

Pero de esto nace un problema, que nace precisamente del terreno que ha cedido la llamada telefónica al SMS. La sociedad está prefiriendo comunicarse a través de una pantalla con otra persona a través de su pantalla a tal punto de que ya no son personas las que se están comunicando, sino sus dispositivos móviles, sus computadores, sus tabletas. Son los aparatos electrónicos los que hacen el trabajo por ellos.

Esclavos sociales

Aquí quisiera hacer una pausa antes de continuar. Probablemente aquí es donde usted podrá preguntarse «¿Pero por qué puso un rebaño de ovejas como portada?». A lo cual yo podría responderle: «Porque en eso nos estamos conviritiendo».

Recordemos un poco hace algunos años —y no digo muchos, hablo de hace no más de cuatro años atrás— donde era extraño ver a una persona revisando algo en su teléfono que no fuera la hora o algo puntual. Aquella época donde el internet móvil aún no estaba masificado y aquel que estaba disfrutando de él quedaba automáticamente aislado del resto. Pero de esa persona aislada, al año siguiente eran cuatro, al próximo eran veinte y hoy son más de cien. La facilidad de obtener sociabilización nos ha convertido paulatinamente en esclavos de nuestros dispositivos como si de una epidemia se tratara. En un simple viaje en metro podemos ver muchas personas con sus ojos clavados en sus teléfonos esperando una notificación de alguna red social, algún correo, algún mensaje. Están sedientos de una comunicación virtual que los va a satisfacer mientras dure aquella actividad. Y luego demandarán más actividad social, al punto donde se hacen completamente dependientes de la actividad social.

El desmedro de la verdadera actividad social

Y esta esclavitud provoca que le restemos importancia a lo que de verdad es (o era) la actividad social. Hoy en día es muy común ver a la gente que almuerza en grupo con sus teléfonos en la mesa como si se tratara de otro tenedor u otra cuchara, estar ahí sin su dispositivo de esclavitud comunicativa resultaría fatal. Y aquella persona no va a dudar interrumpir una conversación con su amigo por atender una llamada, o responder un mensaje.

Encerrarnos en nuestra burbuja comunicativa hace que cada vez tengamos menos actividad social de verdad. Y así tendremos menos personalidad para estar con una persona o un grupo de ellas, nos desacostumbraremos al contacto humano, y lo que es peor, tal vez llegue el momento en que estemos hablando virtualmente con alguien que en persona nos parecerá un absoluto desconocido.

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