Música más allá de la chilenidad

Empieza el mes de la chilenidad: casas alzan banderas de la nación, calles se decoran con los colores patrios, publicidades que hacen alusión al orgullo de ser chileno, radios se llenan de cuecas y ritmos bailables varios. Hay algunos que se animan en aprender el baile nacional a pesar de su poca fluidez, y otros optan por improvisar y conformarse con exponen los movimientos al compás de melodías extranjeras. Se toma y todo al ritmo del «Guatón Loyola» o de «La Consentida». «Viva Chile mierda» y esas cosas. Luego, cuando las festividades acaban y el baile cesa, las radios vuelven a su programación habitual: influidos por las selecciones de otras radios extranjeras, poco y nada ponen en parrilla a la producción nacional.

Los artistas en Chile tienen poca oportunidad para presentar sus trabajos – y no solo en música, sino en cualquier otra disciplina artística -. En general, los grandes medios no optan por estilos que pueden ser de riesgo en conservar la masa de público oyente, por lo que los músicos (casi) siempre deben empezar de cero para exponer sus obras. Las excepciones son pocas, y estas están dadas porque vienen bajo el alero de gente extranjera, grandes sellos o medías simples, por ejemplo el reggaetón se ha vuelto rentable por su simplicidad se composición y gran cantidad de público seguidor del genero.

Últimamente se han gestado, gracias a las redes sociales (internet en general), grupos y radios se carácter más independiente, que se concentran en géneros que exigen vitrina para exponer sus creaciones. Lamentablemente, estos grupos tampoco logran transcender tanto en la cultura en general, quedándose solo en sus grupos (más cerrados) ya que la gente no le interesa conocer nuevos artistas; pueden pensar que con los que conocen son suficientes, o que la calidad del artista nacional es inferior al extranjero – vaya contradicción al orgullo nacionalista; esto suele pasar en variadas disciplinas -, o esperan simplemente que la radio los dote según la tendencia del momento.

A pesar de todo, no se puede desmerecer el esfuerzo que han hecho artistas. Manuel García ha logrado traspasar todas las barreras y llevar a un escenario, que siempre se ha caracterizado de tener un tono más fiestero y glamuroso, un alero de canciones impregnadas de folclore, pasando del acústico al rock, y triunfó. Se haya convertido en moda o no, vale la pena escuchar y agradecer a alguien que ha compuesto canciones del alma, se ha mantenido fiel a las tradiciones y cultura, y (lo más importante quizás) no se ha vendido a las grandes corporaciones que tienen el monopolio de la música.

Siempre es sano dar con unos poco artistas, e investigando y leyendo, dar con más del mismo genero. Personalmente he dado con el sello Quemasucabeza, el cual promociona artistas del tipo independiente. Todo empezó escuchando a Gepe («Por la ventana», en la radio «Uno»), y así he descubierto a varios más, por recomendaciones y sitios de noticias: Dënver, Alex Anwandter, Pedropiedra, Alamedas, Fernando Milagros. Si bien no es una gran gama, es un principio para aceptar y apreciar la música de mi propio país. Aun quedan un montón de artistas que merecen ser escuchados, pero ¿Donde están los grandes medios para explotar aquellas melodías? Están y seguirán con la misma música de otros países, y pareciera que no habrá opción, a pesar que hayan leyes que lo exijan – la música nacional que suena es misma que ha sonado desde los noventa, y que ha quedado por cultura.

Siempre es un deseo que luego que pase ciertos sucesos, el aprecio a personajes y artistas transciendan el momento y queden en la memoria colectiva, y que sea motor para otros que quieren seguir por la misma senda de la cultura e identidad. El orgullo no puede quedar solo en glorias que se transmiten por televisión, sino por esas personas que se superan y logran hacer algo, desde la nada, por amor a lo que hacen.

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