Típico. Tienes que escribir pero las necias palabras se niegan rotundamente a salir de tu cabeza y plasmarse en el papel, documento de Word o lo que sea que tengas en frente.
Miras la hoja y su blanco perfecto te desalienta. Está vacía. Tanto o más que tu cerebro. Y te sientes impotente. Quieres escribir, pero no puedes. No sabes que escribir. O quizás lo sabes, pero no encuentras la manera de expresarte. O incluso sabes eso, pero no tienes ni idea por dónde rayos empezar.
Te rascas la cabeza. Tu cabello se desordena. Tus párpados caen pesados sobre tus ojos. Estás a un paso de resignarte. Pero no. No puedes quedarte ahí, esa hoja en blanco no puede ganarle al banco enorme de ideas que puede gestarse en tu cerebro.
¿Qué me pasa? ¿Me estaré volviendo idiota? ¿Se fue mi creatividad? Te preguntas con desaliento. ¿Inspiración? Sí, quizás es eso. Inspiración. Abres tu reproductor de música predilecto, buscas tu iPod, iPhone, celular, mp3, mp4, cd, cassette, lo que sea que tengas y que pueda ayudar a terminar esta tortura en la que se ha convertido plasmar unas cuantas palabras en ese pedazo de papel, real o virtual, que tanto te está complicando la existencia.
Buscas una canción que te guste. Un álbum completo. Tu artista favorito. Escuchas atento, esperando que las palabras lleguen por fin y aparezcan como por arte de magia sobre tu verdugo. Porque sí, aquel insignificante trozo blanco te atormenta. Te atormenta su blanco perfecto, sin mancha alguna. Esperas. Esperas. Esperas…nada.
Llevas las manos a tu cabeza. Tu cabello vuelve a sufrir. Cierras los ojos. Los abres. Maldices, te quejas por la red social del pajarito azul, la cara de libro o cuanta red social encuentres. Vuelves a mirar la hoja. La maldita hoja.
Un suspiro escapa de tus labios ya rendidos. Adiós. Dejas el papel ahí. Cierras el notebook y te largas a un lugar en dónde ese blanco perfecto no te atormente. Vives, observas, sientes.
Llega la noche y te dispones a dormir luego de un día agotador y absolutamente tortuoso, y cuando estás a punto de por fin caer a los brazos de Morfeo, tu cerebro despierta como por arte de magia. Las ideas se atropellan las unas a las otras para ganar la carrera en la que sólo algunas serán capaces de llegar a expresarse. Pero, es otro el problema que te martiriza. NO…HAY…PAPEL.
Al carajo, algún día, ojalá no muy lejano, la musa tiene que volver. Y te entregas por completo al sueño.