El secuestro

Martes 5 de mayo, 2015, 17:35 hrs. Suena mi teléfono, no reconozco el número, y al contestar escucho la voz de mi hija… ¿Papá?
Le contesto con entusiasmo… Angeliiita….

Ella tiene 17 años, y hoy viajó temprano a Viña del Mar con su pololo, el Matías. Su primer viaje sola, toda una aventura para ella y para mí también. Los hijos crecen y hay que dejarlos volar sin dejar de observarlos, pero ya tengo 49 años y mi vista no es tan buena como antes. Y a falta de vista bueno es el teléfono.

No me había hecho el tiempo para llamarla para saber cómo estaba su paseo, y justamente estaba pensando en ella cuando recibí el llamado. Pero estaba tranquilo, es que el panorama era demasiado bonito; juventud, amor, Viña del Mar. Además, casi nunca contesta el teléfono.

Ayer en la noche estuve con ella un momento en el departamento de su madre y me enteré de su viaje. Y pensé que era buena idea pedirle el teléfono del Matías, por cualquier cosa, pero Ángela me dijo que el teléfono del Matías lo tenía la mamá. Papá no te preocupes, vamos a estar bien. Cruzamos una sonrisa y un beso… Cualquier cosa, mi mamá tiene el teléfono del Matías.

Y claro, me llamó por teléfono, del teléfono del Matías que yo no tenía porque, o se le acabó el saldo, o se le fue la batería, o cualquier cosa.

¿Angeliiita cómo estás?

En el instante siguiente sentí ruidos de cristales rotos en mi cabeza, el pitido agudo de una máquina de signos vitales, marcando la línea mortal. En una fracción de segundo el llamado de convirtió en un llanto desesperado, entrecortado y presuroso… ¡Papá, ayúdame, me asaltaron! ¡Papá ayúdame por favor!

Un ruido de teléfono arrebatado, sollozos tapados por una mano, y apareció un abismo desde cuyo fondo me habló un hombre….. Escúchame, tenemos a tu hija y depende de ti, que no le pase nada a ella. ¿Me escuchaste?…. (sí) Escucho gente a tu alrededor, anda a un lugar donde podamos hablar tranquilos y no le digas nada a nadie. ¿Me entendiste?…. (sí, sí, estoy alejándome ahora).

Mira, para que no le pase nada a la niña, vas a tener que depositarnos 10 millones…. ¿Tienes cuenta? ¿En qué banco? Entra a la página web del banco y abre para que veas el saldo…. (no tengo mi computador a mano, voy a buscarlo).

Rápidamente escribí en un papel «Secuestraron a mi hija Ángela», se lo muestro a Miguel que se había acercado al verme en cuclillas hablando por teléfono mientras iba anotando todo lo que hablaba.

Voy a buscar el computador, sin dejar de hablar, como me lo habían indicado…. No dejes nunca de hablarme, y dime sí a todo lo que te diga… (sí, lo estoy haciendo)… entro a la página del banco, pero no la abro, porque recordé el saldo que tenía en total… 140 mil pesos en la línea de crédito.

El abismo me seguía hablando… Ahora vas a transferirme a una cuenta esa plata….. Rápidamente pienso que si pedían 10 millones, y era una banda organizada, era raro que me pidieran los 140 mil pesos igual, y que si les transfería, podría tener un numero de cuenta, pero por otro lado necesitaba tiempo para poder comunicarme con mi hija sin cortar el teléfono….

No tengo internet, se cayó….
Busca otro computador.
Todo el internet de la empresa se cayó, es en red, por cable, no tenemos wifi. Se ha caído tres veces esta semana….

Gana tiempo, gana tiempo…

Espéreme un segundo, voy a ver si volvió…
En ese momento me doy vuelta y veo que todos estaban atentos a apoyarme a ayudarme, sin entender muy bien lo que pasaba. Inventé nombres y comencé a preguntar a uno y otro si sabían si hay internet. A mi gesto, me decían que no.
El secuestrador estaba escuchando…. Ya, entonces anda al banco más cercano.

Gana tiempo… gana tiempo.

Y yo trataba de no pensar en ella, de no imaginarme su cara de terror, de no visualizarla en la situación en que podía estar.

La mamá de Ángela no contestaba el teléfono, varios estaban llamándola. No podía rescatar el teléfono de Ángela de mi celular, tenía miedo que el secuestrador escuchara los tonos de los botones.

Reinaba el silencio en la oficina y sólo hablaban los compañeros cuyo nombre inventaba, respondiendo lo que les indicaba con gestos. No hay internet, No sé dónde hay una sucursal cercana, no sé dónde hay cajeros cerca….

Estábamos todos en el mundo que relataba para que el secuestrador escuchara y me diera el tiempo suficiente para poder comunicarme con mi hija o su pololo. Pero la única persona que tenía el teléfono del Matías, no me contestaba.

Y me sentí apoyado, no estaba solo, y mi hija tampoco. Finalmente y cuando estaba listo para salir al cajero, siguiendo el relato que estaba armando, que sabía que él estaba escuchando y creyéndolo. Miguel me informa que Ángela está bien.

Tomo un poco de aire y le digo al abismo… Te quiero decir algo….
Y vomité todos los insultos que se me vinieron a la mente, sin dejarlo hablar, ni siquiera escuché cuando cortó.

Llamé inmediatamente al departamento de la madre de Ángela para escuchar por mi mismo que estaba bien, y contesta mi hija mayor y me dice que no han hablado con Ángela, le pido que le pregunte a la mamá, y me dice que no, que no han hablado con ella…. ¡¿Pero cómo mierda saben que está bien!?

Un hielo recorrió mi espalda y corté. Llamé a mi hija y no me contestaba. Llamé a una amiga de Ángela y me dio el teléfono de Matías. Un teléfono en cada mano, escuchando el tono eterno. Contestó el Matías… Hola tío. Sí estamos bien…. Hablo con Ángela, me dice que lo han pasado súper bien y que tienen pasaje de regreso a las 22:00 hrs…. oka hija, súper… cuídense.

Después de 35 minutos, finalmente pude hablar con ella. Fue un secuestro falso. Pero, ¿realmente fue un secuestro falso?

El secuestrado fui yo, y mis rescatistas fueron todos mis compañeros de trabajo, un equipo que espontáneamente supo qué había que hacer. Y que nunca me dejó solo.

Muchas veces pensamos en nuestros hijos, en nuestros hermanos o en nuestros padres. También en nuestra vida, en la que con altos y bajos transcurrimos nuestra cotidianidad. Y no siempre tenemos la oportunidad de sopesar lo importante, de lo que no es tan importante. Y no siempre tenemos la oportunidad de saber y valorar a quien tenemos a nuestro alrededor como compañeros de un momento de nuestras vidas, y nos sentimos solos.

Hoy fui secuestrado por un abismo, que representa la amenaza de mis temores más profundos. Pero gracias a ellos, fui rescatado.

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