Desde hace 4 años estos particulares pestañazos me despiertan con bochinche. Mis sueños corruptos -técnicamente llamados pesadillas– me llevan a un estado de ilapso, una especie de éxtasis contemplativo y exergónico. Algunos, que son pocos, me trasladan a la alegría más inimaginable. Otros, a los más horribles e inexplicables miedos. A continuación, detallaré el último sueño corrupto que tuve ayer.