He de comenzar diciendo que no tengo ningún interés en escribir sobre el día de San Valentín, pero dada la oportunidad, haré una pequeña “reflexión” sobre algunas cosas. Puede que mi forma de expresar sea un tanto desagradable en esta oportunidad, pero detesto escribir sobre cosas superfluas y carentes de importancia.
El día de San Valentín. Qué lindo. Lo primero que usted puede pensar es: “escribe todo esto porque está solo, es un amargado”. Puede ser, claro. Aún así, aclararé este punto diciendo que estoy felizmente comprometido con las matemáticas. (Sí, ñoña y foreveralonmente).
Ya, un cliché: “el día de San Valentín no debería existir, ya que a la pareja se trata bien todo el año”. ¿Cuántas veces ha escuchado esa frase?, un montón. Es obvia, cierta y muy directa. El amor se vive de a dos.
No siento un desagrado a este día en específico, también me desagrada Halloween, el día del niño, la Pascua. Sí, el clásico consumismo, impregnado en cada uno de nosotros, esa necesidad del hombre de llenar cada uno de los espacios con banalidades, cosas superfluas e inútiles.
Aclaro que no estoy escribiendo con odio a este día, sino que a la vida misma, esta vida que se ha encargado de estropear cada una de las cosas lindas del planeta; el amor, algo tan noble y especial, capaz de cambiar el mundo, siendo utilizado como un objeto de marketing y agresión.
Es complicado en cierta forma escribir de esto, porque nunca he disfrutado un 14 de febrero. Quizá si algún día dejo de estar soltero, mi perspectiva cambie y tome otro rumbo. Pero lo que nunca cambiaré, es mi idea de que el hombre va mal orientado y está perdiendo el respeto por todas las cosas. A este paso no tardaremos mucho en convertirnos en personas sin respeto por lo sagrado, viviendo como seres primitivos. Sí, tenemos tecnología, pero esto no basta para descubrir que la vida está más allá de eso. Desviándome brevemente del tema, hemos tomado la religión, el amor, la libertad, la política y un montón de temas más, como juegos, desvirtuándolos y riéndonos de ellos. No sé hasta cuándo esta ola mercantilista se pueda sostener a sí misma.
Puede (y es muy probable) que yo sea el equivocado, que está tomando esto demasiado en serio. Me irrito con demasiada facilidad respecto a estos temas, me enferma ver enlaces en Facebook, adolescentes perdidas creyendo en el amor perfecto y gente que pierde su cabeza por alguien. Y sí, he experimentado esas sensaciones, porque también soy humano y además joven, así que aún tengo mis hormonas revolucionadas. Aunque agradezco el hecho de que se me esté pasando.
Mi redacción esta vez fue demasiado rara, me costó ordenar las ideas. Perdón.