Providencia, una de mis comunas favoritas de Santiago. Un lugar capaz de mezclar la belleza de las áreas verdes con la modernidad de la ciudad.

Pasamos diariamente por las mismas esquinas sin valorar el lugar que pisamos, quienes nos rodean y como formamos todos juntos parte de un pintoresco panorama urbano que representa a gran parte de nuestra cultura chilena. Millones de historias se cruzan día a día en cada esquina. Cada uno con su mundo y con su vida choca unos segundos con quien esta a su lado esperando por cruzar, para luego continuar escribiendo uno a uno su propio capítulo.

Al recorrer la comuna, alejándose de la parte más céntrica, podemos encontrar pequeños rincones llenos de historia que son capaces de transportarnos décadas atrás.

Hay solo una cosa que cambiaría de Providencia o de la capital en general. Perdemos lugares maravillosos por no cuidarlos del paso del tiempo. Los años dejan marcas que no borramos. En nuestro afán por imitar a las grandes potencias olvidamos lo que ya tenemos en las manos, siempre queriendo abarcar más.

De todas formas me encanta Providencia, y me encanta aún más saber que me queda mucho de ella por recorrer.