Hoy en día, tendemos a usar palabras cuyo significado difiere, en muchas ocasiones, de lo que realmente pretendemos comunicar, y esto se debe a que cada persona le atribuye a algunas de ellas significados en función de sus recuerdos, sentimientos, vivencias, etc.
Una misma palabra puede provocar en dos personas respuestas o pensamientos diferentes: por ejemplo la palabra “Amor”. Hay personas que al escuchar ese término tienen en su cabeza una concepción del amor como “experiencia mágica, bonita y compartida; algo alegre y perfecto, esencial para alcanzar la felicidad” (básicamente como pintando unicornios en las nubes). A mí, por ejemplo, la palabra “amor” me provoca repulsión. Entiendo el amor como una etapa en la vida que viene acompañada de sufrimientos, desilusiones, ataduras y celos: un infierno en vida; pero quién sabe si algún día pueda cambiar de opinión…
Por lo tanto, odio hablar de amor, odio decir la palabra amor y todo lo relacionado con ella; la califico como falsa y considero que las personas que creen en el amor tal y como he contado en la primera definición, son unos ingenuos, unas pobres criaturas encerradas en su propia ilusión, además de hipócritas, por haber transformado lo que realmente es (o era) el amor, a lo que es ahora.
Sin embargo, la traducción de la palabra “amor” en checo y polaco es “laska” y sorprendentemente, no me provoca esa aversión que tengo a la misma en castellano. Es una de mis palabras preferidas ya que engloba un amor que gira en torno al cariño, la amabilidad y el respeto que hay entre un marido y su mujer cuando se supone que van a quererse hasta la muerte: el verdadero amor. Por decirlo así, para mí es una palabra no contaminada por la sociedad, ya que aquí en España no la escucho y el concepto que tengo de ella es el creado por mi familia y entorno más cercano.
Otra de mis palabras preferidas es “adormecer”. Me resulta una palabra tan tranquila, tan pacífica… que escucharla me relaja. Es como ver a un bebé apunto de dormirse, esa pequeña cosita recién nacida en su estado más calmado. Además, es el punto máximo del dolor, de las angustias y las penas, ya que siempre, tras el cansancio psicológico que conlleva el sufrimiento, acabas adormecido y puedes evadir esas malas sensaciones apagándolas, se adormecen los problemas.
Supongo que todo el mundo tendrá alguna palabra favorita, que diga con más frecuencia, que le traiga un bonito recuerdo, que le apacigüe, o que la viva como quien dice “fiesta” y está saltando de alegría. Sí, el mundo de las palabras es muy bonito y pocas personas reflexionan sobre él, pero si lo hiciesen, se darían cuenta de lo cierto que es.
“El cariño adormece el sufrimiento del amor”