Vivimos en un mundo donde la apariencia juega un rol bastante importante en lo que hacemos día a día, y es algo que está presente en cada uno de nosotros, o dígame usted, si pudiera elegir entre algo que parece caro y algo que parece barato, ¿no elegiría eso que parece caro? ¿Y qué tal si luego, la apariencia ya no resulta tan atractiva como lo era antes?
Pese a que no poseo muchos conocimientos al respecto, para efectos prácticos esto nos va a servir de todos modos. Imagínense en una tienda de automóviles, eligiendo entre una diversa variedad de modelos disponibles para finalmente llevarse uno. Hay de todo, vehículos usados, nuevos, baratos, grandes, pequeños, de colores, y con diseños para todos los gustos. De pronto vemos uno que llama la atención y destaca entre lo demás. Es un automóvil de buena apariencia, parece caro. Preguntas el precio, y aunque éste es costoso, nos lo llevamos. ¿Habrá sido una buena decisión? Estamos contentos, pudimos pagarlo, quizás quedando endeudados por un plazo de tiempo considerable, o quizás nos dimos el lujo, lo pagamos enseguida y lo que queda es sólo disfrutarlo. Nos sentamos, y lo conducimos. La sensación de ser propietario de algo que puede considerarse lujoso nos llena.
Y seguimos contentos con el vehículo nuevo, lo manejamos y de repente nos damos cuenta que algo anda mal con él. Vamos a la gasolinera, y la cuenta comienza a costar más dinero. Y empezamos a recordar que toda la tecnología implica un consumo mayor. Pero no nos importa, y pagamos. Seguimos contentos hasta el punto en que ya se vuelve insostenible mantenerlo, quizás porque perdimos el trabajo, o la fuente de dinero que podía mantener los costos asociados.
Pero luego, otro problema mayor surge. Hay que comprar un repuesto, y ante la imposibilidad de costearlo nos vemos obligados a vender el auto, y a adquirir luego ese modelo económico que habíamos visto en la tienda, ese que no es tan bonito pero que indudablemente es más barato.
Pensemos ahora en ordenadores. Una persona que conocemos tiene una máquina bastante potente, con piezas del año, un rendimiento espectacular, y sin embargo, tiene un gabinete (o carcasa) digno del siglo pasado. Y ahora miramos nuestro computador. Tiene piezas antiguas, tiene su buena cantidad de años y está a punto de quedar atrás frente a los estándares de rendimiento que varían todos los meses, dejando cada vez más aparatos a merced de la obsolescencia programada. Pero de pronto, se nos ocurre una idea. Vamos a la tienda, compramos un gabinete que exteriormente es muy vistoso, y le colocamos las piezas de nuestro equipo. Posteriormente llegan las mismas personas que han visto el ordenador de aquellas personas que conocemos y obviamente, la vistosidad cumple su objetivo: ipso facto atrae las miradas, y nos consultan si es que podemos probarlo. Nuestra respuesta es positiva, ellos comienzan a utilizarlo y al poco rato se retiran sin decir una palabra y un gesto de decepción en el rostro, volviendo luego a la máquina de aquella persona que había sido rechazada en primera instancia, ahora sorprendiéndose por la calidad interna de él.
Llevémonos todo esto ahora, al tema que aquí nos concierne: las personas. ¿Cuántas personas no son objeto de miradas y admiración por lo que muestran al mundo? ¿Cuántas se han llevado una decepción al observar un alma de tono azabache al conocer a estas personas bellas de apariencia? ¿Cuántas han admirado al individuo que no tiene necesidad de ir por el mundo, aparentando algo que no tiene?
Pese a que haya gente empecinada con negarlo, las relaciones humanas son algo necesario en la vida de cada individuo. Es una necesidad psicológica, y como necesidad debe ser satisfecha de algún modo. Pero, ¿no será mejor satisfacerla moralmente con facetas reales, y no aferrándose a lo que una persona intenta mostrar a los demás?
Lamentablemente vivimos en un mundo donde las apariencias priman a priori de cualquier otro aspecto que pueda revelarse conforme una relación, cualquiera que ésta sea, vaya progresando. Y así como en ocasiones puede ser una herramienta sumamente útil, en otras podrá convertirse en nuestro peor dolor de cabeza. La apariencia, querámoslo o no, es un aspecto fundamental en la vida de las personas y como tal, debe ser utilizada con sosiego y meticulosidad.