Errar es humano, y los humanos piensan

Ir por la vida, proponiendo metas, objetivos, dándole un sentido a la vida, y al día, es común del ser humano. El concluir de manera victoriosa es una sensación de satisfacción, proporcional esfuerzo dedicado. Pero cuando todo da un vuelco desfavorable, y toda la tendencia de optimismo y desafío se altera por el caos y la rabia. Fallar el es uno de los temores más grandes de estos días, en que todo se ve perfecto.

No culpes a las noche

Desmenuzando un poco lo es que es fallar, se define como «no acertar o equivocarse» [RAE]. Mientras tengamos un objetivo en mente será necesario realizar una acción que de como consecuencia concretar el deseo, para ello mentalizamos el propósito de modo que el optimismo y energías necesarias para ellos se hagan presentes. Tanto esfuerzo que se aplica, para que de un momento a otro algo falle y todo se venga abajo; o eso parece. Eso puede significar una derrota, para uno que lo anhelaba, produce la sensación de fracaso; en embargo, en toda contienda debe haber un ganador. Entonces la sensación de fracaso se transforma en frustración porque alguien que posiblemente estuvo (o no) en la misma situación salio victorioso, o el propósito final, que casi siempre es alcanzar la felicidad satisfaciendo una necesidad (adquirida), no se cumple. Todo ello significa ver el pasto del vecino; exteriorizar las causas.

Pero mirar hacia afuera en estos casos es absurdo: si el objetivo inicial era nuestro ¿por qué culpar a otras personas que no estaban contempladas en el proyecto?. Mientras escribo se me viene la celebre canción de Luis Miguel:

No culpes a la noche
No culpes a la playa
No culpes a la lluvia
¿Será que no me amas?

Si la (supuesta) chica, tenía el propósito de desear a un hombre y no lo consigue, el autor le responde que la melancolía y rabia no se debe a algo externo, como el clima, sino que los sentimientos de ella han cambiado. Al fin y al cabo, a quien le llega el sentimiento es a uno; el error es personal, o si el trabajo era de un grupo, ese grupo es el culpable de toda alteración de las expectativas iniciales. Analizar desde la perspectiva propia es esencial para poder encontrar una solución: es ilógico querer desatar un nudo sin saber donde empieza y termina la cuerda.

No llorar sobre la leche derramada

Cuando el error se produce, el sentimiento de desahucio en inherente. La frustración de que las cosas no resultan como a los demás parecen resultar – lamentablemente la referencia viene por factores externos, y no internos – provoca tensión, estrés. No controlar el estrés lleva a la depresión. Y así se entra a un circulo vicioso de desesperación. A pesar de todo, la vida continúa.

La perdida de un ser querido, cualquiera sea la relación o tipo de animal (desde un perro hasta un humano), altera completamente la perspectiva de la vida. Momentos de reflexión y frustración embarga la mente del apenado, cuyo luto saca lo mejor y peor de las experiencias vividas. Un momento de quiebre. Los objetivos que se tenían se han truncado por completo. Pero ahí están los objetivos. Sufrir por alguien que ya se fue, es como llorar sobre la leche derramada: se perdió, el placer de saborear un vaso con tan delicioso liquido se ha esfumado, la satisfacción de tomar algo y saciar la sed se perdió; no volveremos a tomar esa leche, pero si lo deseas puedes limpiar todo, dejando todo en su lugar, y volver a comprar otra caja y volver a llenar el vaso, y teniendo las precauciones, llegar al objetivo de beber.

Tal relación puede sonar fría – en gran parte lo es -, pero es una buena referencia para plantear el nuevo objetivo: superación. La perdida ya se produjo, y obviamente hay que estar consciente que se ha cometido un error, quizás accidental, quizás no premeditado, o fue algo realmente ajeno a nuestro control. Pero no hay que vivir allí con el sufrimiento y los restos de un pasado que no volverán. Hay que limpiar las lágrimas, poner los recuerdos en un buen lugar en la mente, tratando de no volvernos a cortar con los finos bordes de una posible continuidad. Una vez que se todo se ha dejado a como era antes, en un estado de simpleza y humildad absoluta, hay que replantear la meta. No podremos tener a la misma persona de antes, la leche se perdió, pero podremos encontrar a otra persona con que podemos satisfacer nuestras falencias. Quizás no sea lo mismo, ya que hay una carga sentimental de por medio, a pesar de ello, habrá un nuevo objetivo por el cual soñar.

A lo que voy, es que no hay que dejarse llevar por la perdida, aun hay vida que aprovechar. Hay que replantear los objetivos en esta vida; no todo es lineal. Hay momentos altos y bajos y hay que aprender de todo ello. Lamer del suelo la leche ya no es bebible, es ridículo; no se puede luchar contra la corriente hacia algo imposible. Si fue difícil en un principio alcanzar un algo, o algún punto o momento, si fue difícil y agotador, hay que armarse de fuerza y volver a luchar con esa energía y convicción inicial. Hay una vida que disfrutar, agradecer que en cada instante podemos respirar y ver el sol aparecer.

Pero nada volverá a ser como antes y hay que estar consciente de ello. Quizás volver al mismo punto del pasado no sea tan inteligente después de todo.

Fallar es humano, y los humanos piensan

Y ahí está experiencia. En tus zapatos pisaste los terrenos mas pedregosos, difíciles y adversos en que hayas estado jamas, pero a pesar de todo estás vivo, puede que no en las mejores condiciones, pero estas vivo; eso es algo por lo que hay que agradecer de si mismo, ya que no abandonar el camino a pesar de las dificultades es un merito que solo tú podrás saborear. Disfruta ahora que hay un futuro para el cual se puede construir, pero cuidado con los nuevos ladrillos que ocuparás.

Analizar que sucedió, en que fallamos y porqué; en que nos aferramos o nos encerramos y no permitió ver que al peligro venía. A veces hay cosas inminentes, y otras inesperadas, pero el conocimiento de las consecuencias ya está presente. Pensar sobre lo sucedido, no como un error, sino como un hecho, en algo pasado. Encontrar el punto preciso y analizar las causas. Aprender de ello permitirá cambiar el rumbo presente y evitar que un futuro se vuelva a caer en el mismo ciclo.

Me pondré algo abstracto: la madre naturaleza, a través de la evolución, ha realizado diversos cambios a los seres que habitan el planeta, brindándole capacidades que antes no poseían. Pero como no todo siempre es perfecto, comete un error, provocando muertes masivas; pero de un modo u otro logra encontrar los errores, y los nuevos seres vuelven a cambiar, naciendo con nuevas características dadas a las nuevas circunstancias. Ello toma millones de años, pero si los frutos de tales adaptaciones provocan una mejoría en el ecosistema, se mantendrán y se consolidarán.

Nuestra mente es un mundo tan amplio e igualmente abstracto como tal ejemplo. Pero nosotros somos conscientes de lo que sucede en el interior – sino, se puede pedir ayuda externa de alguien que tenga conocimientos acerca del problema -, y los cambios que podemos realizar no tomarán generaciones, sino que pueden tomar hasta segundos. El hecho de identificar y reparar aquello que llevó a provocar el error es algo casi natural; pero el humano puede analizar los posibles caminos a tomar, y pensar sobre las consecuencias. Simular futuros según las circunstancia, con el conocimientos de triunfos y derrotas anteriores es algo precioso de la mente humana. No solo permite avanzar, sino que crecer y ser más fuerte. Lo que no mata, hace más fuerte.

Fallar es algo con lo que hay que vivir, pero hay que acortar las expectativas según las circunstancias y ser realistas (no pesimistas) sobre lo que podemos hacer y lo que no. Volver a pasarse, sacudirse el polvo y seguir es un triunfo en si mismo. Las crisis permiten obtener la parte más humilde y simple del ser, ya que nos vemos como somos realmente, quitando el manto de expectativas y prejuicios. Ante todo somos humanos, y no por nada estamos vivos.

Cuando una puerta se cierra, se abre una ventana.

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