Ilusión subterránea

Típico. Vas en el metro y te enamoras. Esto lo he escuchado sólo de hombres. Aun así, no quita que le suceda a alguna mujer, pero, al parecer, es cuasi una característica inherente y exclusiva de los hombres.

Es algo simple, de connotaciones cotidianas y de carácter casi banal. No obstante, enamorarse en el metro puede marcar el día de cualquier hombre. ¿Cómo sucede? Simple.

Puedes estar dentro del metro, o en el andén. Entrando o saliendo de alguna estación. Estas sólo y tu vista se centra en cualquier cosa que llame remotamente tu atención. Todo es igual que siempre. La misma estación a la misma hora. El mismo trayecto para llegar a mismo cotidiano lugar. Todo transcurre llanamente hasta que de repente y sin más aparece una mujer perfecta, la que siempre has imaginado en tus sueños. Te enamoras. Te cuestionas cosas que sólo tú en ese momento podrías cuestionarte ¿De dónde salió? ¿Por qué no la había antes? ¿Y si me acerco a ella? ¿Cuál es su nombre? Luego comienzas a especular. Debe estudiar diseño o quizás arquitectura, piensas. Alguien como ella debe estar comprometida, te convences. Sólo han pasado segundos desde que ella comenzó a compartir el vagón del metro contigo y tú ya estás enamorado. El metro se detiene. Se abren las puertas y ella se baja. Tú enamorado, ves cómo se aleja. No la ves más. Nunca.

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