Chilenos, argentinos, británicos, noruegos y cuántos otros creen a secas que la Antártica es de su propiedad. ¿Cuánto tendrán de ciertas estas osadas afirmaciones?
Montañas de casi 5000 metros, peces coloreados que no tienen hemoglobina en su sangre, superficies de tierra firme veinte veces mayores que la de Chile Continental, la mezcla de turquesa con gris, blanco radiante, glaciares, témpanos, estrechos pasajes, hielo molido, altísimas cumbres rocosas. Sin duda, una maravilla que quita el aliento. La naturaleza en su expresión más violenta y hermosa.
El nacionalismo exagerado y los arrebatos chauvinistas de todas las naciones que afirman la soberanía de la Antártica y la competencia por tener más, por explotar y destruir un recurso maravilloso el cual muchos desconocen y aseguran que éste es sólo un plano blanco y monótono con un par de pingüinos, ¿y lo anterior para qué?
Tal vez para volver a casi-extinguir las focas y las ballenas como hace menos de un siglo, o tal vez por si acaso los architataranietos de chilenos, argentinos y/o británicos se sienten tentados de destruir este continente limpio para sacar un poco de petróleo cuando este valga el doble de su precio actual, al igual que tratar de perforar 4 kilómetros de hielo para ver si se saca algo de cobre cuando el precio aumente. O tal vez poner una base aérea para invadir las Malvinas o bien, una base de submarinos para llevar las guerras hacia allá, porque ni siquiera podría pensarse en una explotación turística, a menos que el dueño del hotel esté dispuesto a contratar pingüinos para que sirvan la mesa.
Algunos de los países en su calidad de llamarse «sensatos» no son capaces de firmar un tratado antártico que anula la soberanía de ésta y en el caso de su uso fuese exclusivamente para fines pacíficos. Se supone que en estamos viviendo en tiempos modernos pero esta gente tan «moderna» para demostrar ser «pacifista» firma este contrato, pero lo que nadie sabe es que sólo firman una parte de este contrato, declarándolo consultivo, porque saben que ante cualquier sublevación estarían dispuestos a ir a luchar por la soberanía de éste semi-paraíso blanco.
Las personas deberían dejar su egoísmo y ambición de lado y darse cuenta que la Antártica es un recurso y maravilla demasiado valiosa como para incluirla en sus competencias por riquezas. No todas las cosas deben pertenecer a alguien o en este caso a un país. La naturaleza es bella, no debe ser objeto de discordia ni tampoco debe ser destruida, porque sería destruir una parte de nosotros mismos.