Pensamientos sobre el alcohol

Nuestra idiosincrasia chilena promueve muchos valores dignos de exportar y preservar durante el tiempo – como por ejemplo, la solidaridad -, sin embargo, hay ciertos hábitos insertos en el día-a-día de muchos compatriotas que a mi punto de vista son muy cuestionables y que no deberían ser considerados como una parte de nuestra cultura.

Me refiero a la excesiva ingesta de alcohol.

Primero que todo, quisiera liberarme de cualquier responsabilidad u objeción por parte de los lectores de este artículo mencionando que no soy dueño de la verdad absoluta, por lo tanto puedes inferir que no estoy tratando de segregar tu opinión.

Un trago con cierto grado alcohólico e ingerido en cantidades abismales desata exponencialmente la irracionalidad de los actos. La gente se deja guiar por las situaciones y por influencias externas – siempre quieren tomar porque alguien más lo estaba haciendo -, lo cual conlleva un cierto grado de descontrol en la manera de tomar decisiones.

¿A alguien le gusta el sabor de los tragos tradicionales en nuestra idiosincrasia? A decir verdad, nunca me gustó el sabor del alcohol en ninguno de los formatos en los que probé. Incluso algunos me causan repulsión.

He tenido tiempo para pensar en muchas cosas que hice en el pasado, que de alguna manera había obviado sin conocer las consecuencias que generaba. Es una cosa de principios, mis propios principios.

Sin duda hay menos conciencia de los actos propios en momentos de ebriedad, provocando así los exabruptos que la mayoría conoce, sin embargo, ¿no sería mucho mejor poder hacer todo eso sin tener que depender de algo extra? Es simplemente remover al alcohol de la ecuación.

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