¿Por qué ya no lees?

Hace unos días, conversando espléndidamente con mi querida madre, me di cuenta lo infame que es nuestra generación con respecto a la grandiosidad de imaginar nuestro lejano pasado.

Mi señora madre me relataba ciertos parajes de la vida en su época, donde lo que más brillaba en el mundo de los aparatos con teclitas era una simple calculadora. En ese entonces los libros eran respetados, el acto de leer era venerable para muchos y existía un estilo de vida donde sentarse y empezar a maravillarse con todas aquellas historias inmortalizadas en papel era fenomenal.

Todo eso suena muy lejano.

Los tiempos han cambiado raudamente, y lastimosamente esas arcaicas costumbres han ido mutando o de forma negativa o simplemente, han visto concluir estrepitosamente sus pomposas existencias.

La reciente introducción de los dispositivos tecnológicos ha provocado que las nuevas generaciones de personitas desconozcan toscamente las vetustas tradiciones y costumbres. Y aquí enfatizo en las de lectura.

En esa misma y turbulenta conversación, mi extrañado hermano pequeño, quien ha crecido con la idea de que un iPad es un libro, le ha parecido abrumante y por sobre todo caótico el lío que los ancianos hacían para leer o incluso escribir (hablaremos de la divinidad de las máquinas de escribir en otro momento). Es como si fuese el antagonista de la pulpa de celulosa – cosa que por lo demás, está bien si consideramos a la madre natura.

Nunca podré asimilar con tanta soltura los cambios generacionales tan impulsivos que día a día advertimos frente a nuestras pupilas. Unos cuantos se esmeran por desechar anticuados estilos de vida en pos de la evolución 2.0, y otros pocos lo hacen exactamente por lo contrario.

El final de esa charla tan familiar fue un delicado cóctel de historia e incomprensión. Los protagonistas, dos seres que si bien podrían odiarse por la inconsecuencia etaria, se aman inconteniblemente porque se complementan. Así como todo en el mundo, el pasado y el futuro. Yo siendo la serena espectadora, disfruté profusamente de aquella discusión.

Sólo os pido que se recuerde el pasado con el respeto que merece.

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