Respuesta a la carta abierta al hijo del jefe

Tú tampoco me conoces y me da igual si te importa, porque a mí, créeme, me importa nada. No soy UDI, tampoco Opus Dei, me apesta la música de Anita Tijoux y no, no vivo en el barrio alto. Y es que no es necesario ser UDI, Opus Dei, vivir en el barrio alto o gustarte la música de Tijoux para darse cuenta de la envidia y el resentimiento en las palabras de tu carta.

Vamos por parte. Primero: sí, efectivamente Anita Tijoux tiene cara—de—nana, ¿pelo rubio? no, sucede que no soy rubio. ¿«filete»?, tampoco, no uso el nombre de un corte de carne como adjetivo calificativo para referirme a la calidad de las cosas. Segundo: ¿insulto? ¿por qué hablas de insulto? ¿porque lo dijo un periodista de dudosa reputación que no distingue la trece de la décimo tercera comisaría? Si es así, hazte ver, de verdad.

Tercero: si tu madre duerme en la pieza chica, come en la cocina, usa uniforme y realiza viajes de distancias y tiempos épicos para llegar a su lugar de trabajo es porque así lo eligió. ¿Que no tenía más opción? Falso. Sí las tenía, y si no es el caso, es porque lisa y llanamente no las buscó. Pídele a tu madre que te cuente la historia completa y no sólo la mitad media llena del vaso; la que le conviene.

Cuarto: tu madre te contaba sobre el hijo de la familia de la casa en la que trabaja. Ahí es donde precisamente comienza tu resentimiento, en el momento en que ves que él tiene acceso a cosas que tú no. Él va a buenos colegios, recibiendo la mejor educación mientras tú, muy probablemente, vas a un colegio público, o quizá uno subvencionado que poco te entrega a cambio de absorberle a tu madre buena proporción de su sueldo. Él entró a la universidad siendo uno del montón en su curso y tú, siendo uno de los mejores de toda tu generación y habiendo sacado puntajes históricos para tu liceo en la PSU, no lograste entrar a lo que querías; en realidad no entraste a estudiar. Él siempre se hace acompañar de pololas guapas, que a ti te encantaría tener, pero que sabes, muy adentro de ti, nunca tendrás. Tiene acceso a vacaciones y a una mesada que le permite salir con sus amigos, comprarse ropa y tecnología. Si se le acaba, puede pedir algo extra. En cambio tú, nunca has tenido mesada; no sabes cómo funciona. No sabes de qué trata. En verano él va a Brasil, Estados Unidos o a Europa, en invierno va a la nieve y en marzo o abril a Lollapalooza, tú no. Y aunque pudieras ir, por un regalo por ejemplo, lo pensarías. No hablas inglés, no sabes esquiar y lo más indie que conoces es Francisca Valenzuela.

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