A veces, en intensas conversaciones conmigo mismo – generalmente en el mejor momento del día, cuando escucho Jazz y soy parte de la vorágine insomne – me pregunto: ¿cuál es el tiempo ideal para hacer una retrospección? Y la mejor respuesta que me puedo dar es: ahora.
Usualmente hago retrospecciones basadas en dos ejes importantes:
- Sobre lo común y lo corriente.
- Sobre tópicos específicos.
Las retrospecciones sobre lo común y lo corriente
Son las más personales y las que se concretan habitualmente al momento de experimentar una situación específica. Eo ipso, tú haces esa retrospección sólo porque es el momento de hacerla.
Esta retrospección suele ser la más provechosa, porque incita a que te cuestiones a ti mismo en perspectiva la situación actual en la que vives, sea cual sea, lo que por ejemplo ayuda a mitigar el estrés diario. No es necesario ningún tipo de arduo razonamiento ni de ninguna capacidad cognitiva extraordinaria para que te logres inmiscuir en la razón común y corriente de tu retrospección, pues forma parte de la conciencia natural que un ser humano es capaz de percibir. En pocas palabras, simplemente se manifiesta.
Las retrospecciones sobre tópicos específicos
Lo admito, he cuestionado muchas veces mi manera de realizar retrospecciones. Nadie te enseña a cómo hacerlas y en algún punto de la vida te darás cuenta que no lo estás haciendo bien y no estás mirando más allá. Eso es lo que me pasó y me di cuenta que, además de la regularidad, hay un gran problema con las retrospecciones comunes y corrientes: son una perdida de tiempo cuando intentas enfocarlas a tópicos específicos. No sirven, y lo único que habían logrado hacer en mí es una confusión mental que a veces desembocada en síntomas de disonancia cognitiva.
Y para eso están las retrospecciones más complejas, las que se tornan a un tópico específico. A este nivel suele evitarse la individualidad, pues no se trata sólo de cuestionarse a uno mismo, sino que es un mundo más allá del propio metro cuadrado el que se convierte en objeto de análisis retrospectivo.
Mentalmente agota, pues al hacerlo abarcas situaciones muy complejas y generales, en donde sabes que no llegarás a conclusiones sin haber meditado bastante al respecto. Estos temas generalmente son realidades que no has vivido pero te involucran indirectamente. Grandes ejemplos son la política, la cultura, las costumbres la idiosincrasia o la misma contingencia nacional.
Yo y mis momentos
Una retrospección común y corriente es una actividad muy personal. A mi parecer, se tienen que hacer en plena soledad, pues así se evitan las influencias externas.
Desde hace varios meses me propuse hacer este ejercicio cada semana. El domingo, en la soledad de mi departamento, con excelente música de fondo (generalmente Jazz Fusion Lounge, Smooth Jazz o simplemente Jazz) y una taza de café, comienzo a hablar con mi yo interno, con mi conciencia, a cuestionarme lo que hice durante la semana, etc.
Y no es sólo el domingo. Frecuentemente, cuando tengo tiempo libre, sea el día que sea, hago retrospecciones. Dependiendo del tópico, a veces converso con gente y me hago de sus opiniones, lo cual me ayuda a encontrar las respuestas a muchos de mis dudas internas.
Este ejercicio es para mi un hábito, y sin duda uno de los mejores que tengo.
¿Y tú?
Este artículo no es una guía de cómo hacerlo. Sólo expliqué un poco de lo que a mi parecer es hacer una retrospección.
Creo que cada persona tiene una forma diferente de hacer esto, y cada persona tiene que desarrollar un método que le sea cómodo y que a su vez resulte en un provechoso momento.