En algún momento los humanos perdimos la humanidad. Algunos dicen que lo que nos diferencia de los animales es que tenemos la capacidad de razonar. Otros creen que es el poder sentir. Lo que está claro es que alguna de ellas no está funcionando como debería. Con solo mirar un poco a nuestro alrededor podremos notar que estamos fallando. No hablemos del calentamiento global o las guerras, vayamos a lo más básico.
Llegamos a un momento en nuestra evolución como sociedad en el que dejamos de valorar nuestras costumbres más primitivas. Alimentarse, beber, dormir son parte de nuestras necesidades básicas, pero aunque sabemos que todos dependemos de estas por igual, somos capaces de negarlas a nuestros semejantes sin sentir culpa.
Conocida es la frase “El agua no se niega”. Créeme que muchas veces si no tienes como pagarla si te la negarán. “Baño exclusivo para clientes”, una de las frases que más me molesta. Entiendo totalmente que si no existiera tal cartel mantener la limpieza sería un caos, pero como negarle a otro humano una necesidad tan básica como es usar el baño. Ya estamos acostumbrados a esto, es algo que no cuestionamos, pero no debería ser así.
En mi corto viaje por buenos aires en Septiembre pasado, noté un detalle que quizás para muchos turistas o incluso porteños pasa desapercibido. Me encontraba sentada junto a mi amiga en un pequeño restaurant en Av. Corrientes esperando nuestro pedido para llevar cuando algo me distrajo de la conversación. La cajera, justo frente a mí, hacía señas hacia la puerta. En seguida veo entrar a un hombre, probablemente indigente, que se dirigía directo hacia ella, le entrega una mamadera vacía y vuelve a esperar a la puerta. La mujer lava la mamadera con el agua caliente de la máquina de café, mientras grita a la cocina para que le traigan una nueva caja de leche. Comienza a calentar leche, llena la botella a la mitad, y el resto con leche fría. Hace un gesto para que el hombre entre, le pasa la mamadera y ambos se despiden cordialmente. Le estaba regalando leche. Pasa un rato (si, nuestro plato se demoró bastante en la entrega) y llegan unas niñas con ropa bastante sucia pidiendo las sobras del local. Ese día no había sobrado nada más que pan, pero ellas se lo llevan felices.
Dos pequeños gestos que no deberían sorprenderme, pero lo hicieron. En seguida pensé en si eso era común, si era parte de la cultura o si simplemente los chilenos vivimos en una realidad paralela mucho más fría. Ahí me di cuenta que yo estaba mal, que eso no tenía por qué impresionarme. Comer es básico para vivir. Si alguien no tiene que comer y uno cuenta con lo suficiente y más ¿Por qué sería extraño que se lo diéramos?
El problema es que ya no pensamos así. Cada día nos acostumbramos a vivir acorde a normas que poco a poco nos van quitando lo humanos que somos y nos hacen parecer más a una máquina. No quiero vivir cincuenta años más y encontrarme con un mundo mucho más frío del que tenemos ahora.
Creo que está en nuestras manos crear un cambio. Aunque giremos entorno a lo que las grandes empresas disponen, no hay que olvidar que la sociedad la formamos nosotros, en conjunto y cada uno por separado.