Una sociedad muy particular

Bajando la cordillera de los Andes hacia el Pacífico, podemos apreciar un país con paisajes hermosos, y todo eso que está tan repetido en todos los artículos que hablan de Chile, su «larga y angosta faja de tierra» y frases del estilo. Lo que claro está es que vivimos criticando todo, y no hacemos nada por cambiarlo. Incluso podemos darnos cuenta desde ya, que esto será otra crítica a nuestro entorno social.

Todo este pensamiento se empezó a desarrollar un día en que vi una actitud sumamente cínica. La plataforma social de Facebook nos deja a la vista muchos pequeños detalles que se han vuelto cotidianos. El típico mensaje en el muro, ese escrito por la niña que hace un rato estaba hablando de pésima forma acerca de la que está recibiendo su mensaje, ese para que todos lo lean… Ese sutil gesto y muchos mas, se nos han vuelto tan normales, que a veces hasta podemos realizarlos sin darnos cuenta. Que felicidad, el mundo es tan hermoso a veces.

Cinismo, a veces nos dejamos engatusar por el. Constituye una herramienta fácil de usar, y que nos sirve para aprobar en materias como «Nunca quedar mal con nadie». Claramente no es lo correcto, pero en nuestra sociedad la gente está acostumbrada a emplear ciertos recursos. Estamos acostumbrados.

Mucha gente cae en el acto de ser «cartucho» , todo aquello que se hace o dice mientras nadie está, y si alguien tiene la osadía de hacer o decir lo mismo en público, se le condena. Habitual es que los extranjeros sean admirados, a veces, por nuestros compatriotas, mas, a veces los forasteros de paises demasiado liberales son blanco del asombro y «cartuchismo» de los chilenos mas conservadores, o que bien, dicen serlo. En ese sentido, Chile se encuentra casi como cercado por todas partes. Nadie puede llegar y hacer lo que se le antoje, sin antes leer el manual de comportamientos socialmente correctos, porque muchos intentarán opinar o introducir algo en ello, siempre y cuando no quieran impedir que «Eso» se lleve a cabo. Muchos se han sentido detrás de esta especie de reja, que está por todas partes.

Muy por el contrario, parecen irse cultivando cosas positivas como el compañerismo, y el buen sentido del humor (Aunque cuando no existe, vaya que se nota), la tolerancia (Aunque en menos de la mitad de las personas de nuestro país… Y cuando no existe, también se nota, y aún mas).

Muchos se atreven a decir que la solidaridad es típica de nosotros, sin embargo, en muchos casos nos damos cuenta que no es así… Por ejemplo, la mayoría de las personas asocian a la gente extremadamente borracha con desastres. Sea esto cierto o no, ¿Quien prestaría el teléfono a una persona demasiado borracha, que se acaba de topar en la calle, que no conoce, y que apenas puede pronunciar bien, para llamar a alguien? En muy pocos casos alguien lo haría, pero existe esa gente que aun confía en los otros sin importar su aspecto. Para todos quienes se exceden en confianza con los demás, el toparse alguna vez con la realidad de otros un tanto astutos u oportunistas puede ser como un gran balde de agua fría.

Hoy podemos decir que las tecnologías han reemplazado la conversación en momentos del día, sin embargo, también podríamos suponer que ésta ha aumentado, y nos mantenemos mas tiempo transfiriendo y recibiendo información. El lado B sin duda sería aquel constituído por niños que desde temprana edad aprenden a usar internet, y como consecuencia no conocen a nadie. Digamos, que la forma mas efectiva de aprender a convivir con las personas y aprender de sus comportamientos, es el hecho de salir a la calle y establecer el contacto, pero como vemos, algunos llegarán a nuestra edad sin nunca haber visto la luz del sol. Existen exageraciones, y esto.

Es esperanzador ver el gesto de una niña pequeña que se encuentra con su madre, ésta luego le da la mitad de un pan. La niña se da cuenta que un perro la está mirando, y decide darle la mitad de su pedazo a el. Presenciar esos actos son reconfortantes, hacen creer que las cosas pueden ser buenas realmente. Si, de esa forma, con cosas así de simples. Hay que empezar por ahí.

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