Verdadero o falso

Diga cual le acomoda más

-¿Como estás?
-Bien. ¿Y tú?
-Bien igual.

Podremos estar con ganas de realizar una matanza o un suicidio, o llorando a cascadas, o gritándole a los cuatros vientos, pero aun así, mentimos ¿por qué? porque es un mal necesario; se ha convertido en el pilar para las buenas relaciones y prácticamente una exigencia al momento de realizar preguntas un algo personales o intimidantes.

Siendo sinceros, a nadie le gusta la mentira: pecado; ni tampoco la verdad: insulto. La respuesta o una afirmación puede cruzar una estrecha linea, que algunas personas logran posicionar con más destreza que otras.

-¿Qué edad crees que tengo?
-Sus vienti-algo… veintidós diría yo.

Pregunta típica de las mujeres. Bajo la capa de maquillaje o de tratamientos varios sabemos que tiene más edad que la que representa, pero aun así, en un tono algo inocente (o picaresco según sea el contexto) se responde para que la dama se sienta halagada; y se cumple. No importa el contexto, la posición social o el objetivo de la conversación, siempre su mentira piadosa logra dar vuelta una situación incomoda.

¿Que pasa si hubiese dicho la verdad? «Parece que estás llegando a los 30, y más». ¡Oh, que verdad tan terrible! Pero sincera. Un desprecio de parte de la dama y el lamento de parte del varón. Pudo haberlo dicho con la mejor intención, o la peor, aun así el resultado es el mismo.

-¿Por qué vení’ llegando a esta hora?
-Estaba con unos amigos

La madre o el padre y el hijo/a. Según la suspicacia o insistencia la situación puede resultar neutra -sin consecuencias- o da paso a una batalla verbal. Igual que en el caso anterior, el primogénito puede responder con la mejor o peor intención, o inclusive puede ser verdad -jurando a dioses, vírgenes, clamando al cielo que tal respuesta es la más sincera dicha jamás- y sin embargo, el disgusto se da igual.

No importa la cuestión, no importa las frases mencionadas, no importa la veracidad de los comentarios. Somos unos egoístas de la interacciones; siempre queremos que la conversación tome tal curso, se de tales respuestas, y no cualquiera, sino las que las que más gratas y deseables son a juicio personal. Esa delgada brecha que permite que una afirmación sea una verdad absoluta a como la mayor calumnia que se vaya construido depende de quien la escuche, o si la persona que la emite es tan agradable o convincente que logra dar vuelta la balanza y complazca a ese bicho que se aloja en la cabeza de cada persona -la mayoría lo llama subconsciente-.

Es cosa de hacer la prueba. Que sucede si en la situación inicial, nos topamos con una persona con la cual no queremos conversar -por tiempo, apreciación, estado anímico, apuro-, entonces, aunque por dentro el mundo se esté desmoronando, de nuestra boca sale un «bien»; y el mundo sigue su curso. Sabemos que esa persona espera esa respuesta, por ende, se satisface. Pantalla, protección, defensa, cualquier argumento sirve para esquivar tal ataque a la intimidad.

…mejor no lamentarse el día de mañana por el hecho de que nadie nos escucha, o que parecemos falsos; sabiendo que no decimos lo que en verdad queremos decir.

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