Arriesgando independencia

Llevar meses sola hace que poco a poco le vayas tomando más el gusto a la independencia. El tiempo es tuyo y solamente tuyo. Aunque muchas horas del día debas repartirlas en correr de un lado a otro, trabajar, estudiar y varios más respiras distinto cada uno de esos momentos, ya que finalmente fue tu decisión hacer tal cosa a tal hora. No es que nos volvamos ermitaños o algo por el estilo, es simplemente que aprendemos a atesorar el poder tomar decisiones sin pensar en que afectaran a alguien.

¿Pero qué pasa si inesperadamente llega quien quiere un poquito de tu tiempo para sí? Alguien que cumple con todas las características que buscaste desde siempre, pero que hoy ya no parecen tan importantes. Y no se trata de ponernos dramáticos, pero muchas veces el egoísmo aparece y las dudas junto a él. El tema puede ser manejable algunos días, quizás semanas, hasta que llega esa temida pregunta a tu cabeza: ¿Habrá llegado el momento de decir adiós a la tan valorada autonomía?

Este es el punto donde cuestionamos todo. Ya no sabemos si estamos preparados para una nueva relación. Qué dirán mis amigas, que diría mi mamá… las dudas inundan cada uno de esos minutos que unas semanas atrás atesorábamos tanto como nuestros.

Poco a poco, pese a la maravilla de la conquista, aparecen situaciones que incomodan. Ahí es donde te ves sentada en un café con una amiga poniéndote al día sobre las anécdotas de la semana, cuando comienza a sonar el celular: un mensaje del sujeto. Tienes que responder, necesita saber de ti, pero tu amiga suena mucho más interesante en este momento. Instantáneamente aparece la balanza tan molesta que nos dice que hacer.

La ley de la vida es terminar de dos. Aunque hay excepciones, la naturaleza nos pide una pareja para continuar con nuestro legado. No necesariamente un compañero amoroso, pero si alguien que nos permita dejar algo nuestro aquí luego de partir. Y como nuestra tendencia nos amarra, hay que estar abierto a nuevas posibilidades.

Estamos mirando todo como si fuera perder tiempo, invertir en algo que quizás no funcionará. Si cambiamos el punto de vista y valoramos el apoyo que podemos recibir de un compañero las cosas se ven mucho más claras. No es regalar tiempo, es ganar compañía, apoyo y experiencias. Abandonar el pensamiento egoísta permite apreciar detalles que dejamos pasar de largo.

Lo importante es no perder el rumbo y dejar momentos para uno. ¡Cómo se atesoran las cosas cuando no las tenemos a diario! Después de todo, siempre quedarán momentos propios que tomarán mucho más sentido si compartimos un poco. No podemos dejar pasar compañeros de vida por miedos infundados. Intentarlo es el lema. Finalmente es mejor arrepentirse de algo hecho que de algo que nos faltó por hacer.

Comentarios