En no más de diez días un nuevo año académico comienza (para mí). Luego de casi dos meses de no haber hecho mucho, de no haber producido, de sólo dedicarme al carpe diem, me he comenzado a sentir mal. ¿A que acaso no merecía estas vacaciones?
El año académico 2012 – 2013 fue extremadamente extenuante de innumerables maneras. Tanto en lo que compete meramente con mis estudios como con lo personal. Cosas que no resultaron favorables para mí y ojo, que conste que yo traté de revertir mi suerte a medida que me daba cuenta de lo que pasaba ante mí.
Saqué buenas calificaciones, y logré de hecho revertir mi suerte, pero ¿qué pasó conmigo? Que me he agotado bastante, y entonces pensé que estas vacaciones sí que iban a ser merecidas en todo el amplio espectro de esa palabra… ¡Pero no! No lo he sentido así desde el día uno de mis vacaciones.
La única razón que a mi parecer es la más sensata sobre esta sensación de no estar lista para reanudar esto es que me engañé a mi misma. Así es, suena increíblemente sin-sentido, pero aquí os procedo a explicarles escuetamente.
El estrés provocó que me cansara progresivamente durante lo que duró el período de clases, pero nunca quise asumir aquella realidad. Al contrario, me esmeraba en hacerlo desaparecer con cada cosa que aparecía: fiestas, amigos, parafernalia, en fin… cosas que la mayoría de los adolescentes hacemos.
Pues, gran error. Lo único que conseguí fue ingresar a una burbuja de presión, donde sólo yo era la afectada, y sin previo aviso mi alrededor constantemente exigía que yo produciese resultados a su conveniencia y no a la mía. ¡Ostras!
Las enseñanzas que aprendí luego de este largo año han sido muchas. Principalmente, el hecho de que la primera preocupación que debe estar en mi lista de preocupaciones es… (redoble de tambores) ¡yo misma! Si no estoy bien yo como persona, estoy completamente perdida.
¿Vosotros habéis pasado por esto? ¿Qué habéis hecho?