A principios de este año pasé 10 días en la Isla Llanchid, un lugar hermoso ubicado en Hualaihué. A unas 15 horas de Santiago. De esos lugares inhóspitos, que vale la pena conocer, con paisajes hermosos y que una parte tuya desea no dejar.
Creo que a todos nos hace bien ir a un lugar distinto al que estamos acostumbrados, cambiar de aire, empaparse de un estilo de vida distinto. No por nada el ser humano fue nómade antes que sedentario. Movernos es parte de nuestra naturaleza y más cuando se es joven.
De la isla y de los trabajos que pudimos hacer ahí, pude rescatar distintas lecciones:
Una junta de vecinos puede, efectivamente, hacer algo
Es increíble como según el contexto, la figura de una junta de vecino puede ser un dolor de cabeza o aquel organismo fundamental para una comunidad. Para mi, tanto la junta de vecinos de Rancagua como la de Las Condes, ha sido un dolor de cabeza para quien asiste: discusiones bizantinas sobre problemas fácilmente solucionables, acusaciones varias, multa para quien no asiste a la reunión, etc.
En la Isla la junta de vecinos se la jugaba por la comunidad, para tener electricidad en las noches a base de motor y para que, finalmente, pudieran tener electricidad las 24 horas del día gracias a un generador eólico.
Allá el hablar con tu vecino es fundamental, pues para salir de la Isla sólo se puede efectuar mediante bote y no hay lugar en donde puedas comprar alimentos sino es en continente. Además el poder comunicarte, ya que sólo funciona la radio que algunos vecinos tienen.
Es cierto que gran parte de esta unión se basa en la necesidad, quizás es esto mismo lo que falta en las ciudades más grandes: tener la necesidad de saber quién está al lado tuyo, saludarse en el ascensor, tener una red de apoyo a fin de cuentas.
Que no sea necesario un terremoto que nos recuerde que hay otros seres humanos viviendo cerca de nosotros.
El Transantiago no es realmente tan malo
Recuerdo que una vez un ex pololo me dijo “A ti que te gusta tanto Santiago, te apuesto que cuando lleves 1 mes andando en el metro, vas a odiar Santiago”. Curiosamente, y bajo todo pronóstico, su predicción no se llevó a cabo. Es que muchas veces tendemos a pensar, de manera egocéntrica, en sólo nuestra situación. Claramente a nadie le puede gustar el metro en hora peak (o en mí caso personal, al ser baja, el sentir respiraciones en mi nuca), o esperar una micro que se demora. Pero siempre hay situaciones peores. Mala conectividad, o bien depender del clima, como en el caso de la Isla, con vientos de 80 km/hora ya ningún bote puede salir y se quedan aislados.
Aquí es cuando es útil tener perspectiva en esta vida, siempre hay uno que vive más lejos que uno, que se despierta más temprano y otro que está mejor conectado y duerme más. La gracia es aprender a vivir con ello.
Agradecer el acceso a una buena alimentación
Una de las señoras de la Isla nos confesó que ella había pasado una vergüenza muy grande cuando le dieron a probar por primera vez el tomate, pues a sus 20 años no lo conocía. Y al principio no le gustó, pues las únicas 3 verduras a las que estaba acostumbrada era la lechuga, el repollo y la zanahoria. Con el tiempo le pudo agarrar el gusto.
En la zona central de Chile uno tiende a no dimensionar lo rica que es la tierra para la agricultura y lo accesible que puede llegar a ser un simple plato de ensalada. Cuando nos alejamos y comenzamos a observar cómo sube el precio de aquella sandía o que las naranjas no son igual de dulces en todas partes. Ahí es cuando hay que agradecer donde estamos y procurar que en Chile el desarrollo no sea que existan más malls y más grandes, sino que pequeños detalles como una dieta balanceada, mejoran la calidad de vida.
Creo que podría estar eternamente escribiendo de las distintas lecciones que se pueden sacar de conocer un lugar así, lo importante es que recordemos que así como existe la Isla Llanchid en el sur, hay muchos lugares apartados e inhóspitos de nuestro país, con chilenos que hacen patria y que esperan compartir su estilo de vida. Ese estilo de vida que muchas veces hace falta imitar acá en la zona central.
La vista panorámica de la Isla

La Iglesia de la Candelaria. Adentro se conserva una imagen de San Miguel Arcángel, traída por los Españoles



