Mirada de turista

Cuando somos turistas, nos ponemos a recorrer las distintas ciudades a pie, andamos expectantes para descubrir cada pequeño detalle de los lugares que vemos. Andamos con una cámara a cuestas, no escatimamos en fotografiar lo que vemos, pues todo es nuevo.

Naturalmente que el resto se da cuenta que uno es turista, dependiendo del lugar en que estamos puede que nos sonrían y nos guien por las distintas atracciones o nos miren con desdén por estar invadiendo el territorio ajeno. También podemos ser ignorados. Pero todo esto da lo mismo, porque nada te saca las ansias de conocer.

Un día estaba en la línea 5 del metro (que va por el subterráneo y en Ñuble pasa a ser por vía elevada) sentada al frente de una pareja de brasileños, cuando el metro dio paso a la vista de la Cordillera de los Andes, se pusieron a exclamar y a sacar fotos como locos. Yo todos los días pasó por ahí, tiendo a mirar la cordillera pero luego me dedico a leer o estar en lo mío. Como todos. Sin embargo para ellos era algo hermoso, nuevo y digno de ser admirado.

A Santiago he aprendido verlo con ojos de turista porque en gran medida lo soy, además que es una ciudad de mucha historia y es interesante ir descubriendo recovecos en los distintos barrios, que te cambia la perspectiva (pues no todo Santiago es Lastarria). Un claro ejemplo de esto son el barrio Huemul en Santiago Centro con su teatro y club social, el barrio Concha y Toro a una cuadra de la Alameda (es realmente mágico como cambia en una cuadra) o los callejones cerca de Parque Bustamante con sus casas de colores. Probablemente hay mucho más por conocer y que aún no descubro.

Pero lo que más me llamó la atención fue que hace unos meses mientras caminaba de vuelta a Rancagua, me fije en una casa que era particularmente hermosa en su arquitectura (balcón, detalles en el techo, etc) estaba algo descuidada (como muchas edificaciones dignas de ser restauradas en mi ciudad natal) pero sin duda alguna ofrecía algo distinto a quien se daba el trabajo de dejar de mirar el suelo y levantar la mirada.

Dimensionando me di cuenta todo los años que pasé sin observar esa casa, he vivido 18 años en Rancagua y era primera vez que me percataba de su singularidad…

Creo que todos los días debemos ponernos en la perspectiva de un turista: estar atentos a lo que nos ofrece nuestro diario caminar, fijarse, observar, buscar, caminar más, bajarse un par de estaciones antes y perderse entre las calles. No temer en las connotaciones de donde estamos y experimentar más. Así no nos pasa que perdemos la vista de una hermosa casa, como a mi me pasó.

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