Siempre se nos ha inculcado encarecidamente el compartir, el respetar, el cuidar y el ayudar al más necesitado. Son actos gratificantes, que te llenan de gozo, una forma de alcanzar la plenitud y un montón de cosas poco sobrias. Sin embargo, viviendo la segunda década de este siglo XXI, podemos decir que se ha olvidado todo lo llamado «correcto».
Me agrada la frase «cada quién se rasca con sus propias uñas», a pesar del individualismo que ésta conlleva. Es muy obvia, demasiado obvia diría yo, cualquier persona se logra dar cuenta del cambio que ha habido en la sociedad.
Aun así, creo que son muy pocos los que se detienen y piensan: «¿esto acabará algún día?» Tal caballo con sus anteojeras, el hombre simplemente avanza recto, pasando por encima de todo y no sólo de sus pares, sino de la naturaleza, la religión, las creencias, la vida. ¿Tiene algo bueno todo esto? Claro que lo tiene, como todas las cosas. Te hace independiente, confiado de tus capacidades y seguro de ti mismo.
De cualquier forma, es difícil disfrutar la vida si no la compartes con los demás. Sí, lo sé, demasiado cliché, poco original, “vive la vida con tus amigos y tu familia, o no la disfrutarás”.
En lo personal creo que esta sociedad no cambiará, seguiremos siendo cada vez más individualistas, a tal punto de no importarnos lo que le ocurra a nuestra propia madre. Ya se logra ver estos cambios en los trabajos, las universidades, los colegios y en la misma calle. ¿O me va a decir que para usted es muy agradable ayudar a un ciego, parar a alguien del suelo, llevarle las cosas a una señora o incluso, dar el asiento en un bus? Porque la vida es suya, sólo suya y en su vida, usted está primero por sobre todo.
En mi opinión personal, me agrada ser individualista, no me gusta depender de la gente, detesto (lamentablemente) los trabajos comunitarios, los paseos de ayuda y los actos caritativos. Creo que cada persona se teje su propio futuro, y no es mi culpa si ellos no supieron jugar bien sus cartas, cada uno está donde está porque no supo hacer bien las cosas, o porque la flojera los consumió y no quisieron estudiar, trabajar, prevenirse de tener hijos. Las oportunidades (a pesar de que el pobre siempre dice que no las hay) están, sólo hay que moverse, ser “jugado” y nunca parar, que esta vorágine llamada vida ya no está para disfrutarla plenamente…